La caída al «vacío» del gobernador de Nueva York por muertes en geriátricos
Nueva York.- Más de 15.000 personas han fallecido en geriátricos de Nueva York desde el comienzo de la pandemia, una de las cifras más altas de Estados Unidos y no conocida hasta ahora por un «vacío» informativo admitido por el gobernador de Nueva York, el demócrata Andrew Cuomo, que se encuentra en horas bajas.
Cuomo emergió como un héroe de la lucha contra la covid-19 en EE.UU. la pasada primavera, con una agresiva estrategia que a menudo pisó los talones al Gobierno de Donald Trump y la Alcaldía de Bill de Blasio, pero siempre entre el eco de las críticas por su actuación en las residencias de mayores.
En marzo de 2020, impuso una norma -revocada en mayo- que impedía a las residencias de ancianos rechazar a pacientes positivos por la covid-19 si eran estables para evitar, según indicó, que se saturaran los hospitales, lo que trajo de vuelta a los hogares para personas vulnerables a residentes potencialmente infectados con el virus.
La fiscal general de Nueva York, Letitia James, publicó hace un mes un informe que concluía que el estado no había contabilizado miles de muertes por la covid-19 de residentes geriátricos como tales, porque habían tenido lugar en hospitales a los que fueron trasladados, mientras que el Gobierno federal investiga la gestión de Cuomo.
El «mea culpa» del líder demócrata durante esta semana ha consistido en decir que no se ocultaron los datos, sino que se produjo un «vacío» informativo que ha sido «llenado con escepticismo, cinismo y teorías de la conspiración que han aumentado la confusión» del público y de familias de fallecidos en las residencias, que piden explicaciones.
Son horas bajas para el veterano gobernador de Nueva York, que ha pasado de verse en papeletas a la Casa Blanca a recibir la espalda de demócratas y republicanos, mientras el estado se adentra en su segundo año de pandemia moderando el impacto pero con 1,59 millones de contagios y 46.800 muertes acumuladas.
Durante los peores meses de la pandemia en Nueva York, el gobernador incansablemente compareció a diario en ruedas de prensa telemáticas para divulgar las últimas cifras de contagios y fallecidos y presentar medidas de contención «basadas en hechos», explicándolas con un enfoque didáctico y anécdotas personales.
A finales de verano, la popularidad de Cuomo crecía a un ritmo inversamente proporcional al del virus: el momento ideal para empaquetar sus «lecciones de liderazgo» en un libro que escaló las listas de «bestsellers» y consolidó su imagen como gestor de crisis mientras en el resto de EE.UU. predominaba el descontrol.
La guinda del pastel fue un premio Emmy para el que la Academia de las Artes Televisivas y Ciencias rompió su tradición reconociendo a un político -no ficticio y en activo- por sus intervenciones en la pequeña pantalla, con las que -dijo el ente- creó una historia con «personajes, tramas e historias de éxito y fracaso».
La crisis que lo elevó al estrellato era un arma de doble filo y el gobernador afronta ahora llamadas a que se le retiren los poderes ejecutivos que otorga el estado de emergencia e incluso que se le haga un juicio político, además de recibir el veto de CNN a ser entrevistado por su hermano, el presentador Chris Cuomo.
Pese a haber lanzado recientemente un plan para mejorar la transparencia en las residencias de mayores, Cuomo sigue presionado por las dimensiones de la crisis en los geriátricos y esta semana los legisladores estatales podrían adoptar una medida para despojarle de los poderes de emergencia que ostenta.
Ha contribuido a lastrar su imagen que hayan comenzando a airearse, incluso por parte de congresistas de su propio partido -como Ron Kim, del afectado barrio de Queens-, las técnicas agresivas del gobernador a la hora de imponer su voluntad, que según fuentes reveladas por medios locales actúa sembrando «miedo» y amenazando con acabar con la carrera de quien se le cruza en el camino.
Se han posicionado en contra de Cuomo notables demócratas desde Alexandria Ocasio-Cortez, una de las congresistas más influyentes del ala progresista, que ha apoyado a sus colegas en el reclamo de una «investigación completa», hasta el alcalde neoyorquino Bill de Blasio, con quien comparte una larga enemistad.
El broche definitivo a la caída de su popularidad fue su inclusión como villano este fin de semana en el programa nacional de humor «Saturday Night Live», que ya no cuenta con un presidente Trump como diana para lanzar dardos, y en el que se le interpretó como un político temperamental e impenitente.
EFE